Los maestros fueron durante mucho tiempo personas muy valoradas por las sociedades. Su profesión se consideraba respetable y su imagen era un modelo para los niños. En el mundo de hoy la percepción ha cambiado y dedicarse a enseñar ha dejado de ser atractivo para los jóvenes por diversas razones, entre ellas los salarios bajos, la responsabilidad que se achaca a los docentes por las falencia de los sistemas educativos, la falta de perspectivas profesionales, las amenazas de violencia en ciertas partes del mundo, el desconocimiento de su autoridad y las nuevas tecnologías.
Estos desafíos obligan al magisterio y al sector de la educación en su conjunto a replantear sus esquemas para adaptarse a la realidad actual y prepararse frente al porvenir.
Un futuro justo requiere sociedades educadas, por ello, el Objetivo de Desarrollo Sostenible es garantizar una educación inclusiva y de calidad para todos en 2030, una meta que no puede lograrse sin maestros.
Déficit magisterial
Sin embargo, el mundo vive un déficit de docentes, especialmente en el sur y occidente de Asia y en África subsahariana.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), un gran número de maestros se retirará durante la próxima década y no hay suficientes candidatos jóvenes para remplazarlos. Además, hay un alto índice de deserción de la profesión. En Estados Unidos, por ejemplo, un estudio reveló que más del 41% de 50.000 maestros de primaria y secundaria entrevistados en 2014 abandonó la docencia en los cinco primeros años de ejercerla.
Las proyecciones de la UNESCO advierten que de los más de 69 millones de profesores que hacen falta para que en 2030 todos los niños tengan acceso a la educación primaria y secundaria habrá que contar con 48,6 millones de maestros nuevos.