Por: Dr. Luis Ernesto Salomón Delgado, catedrático e investigador de la UdeG
Si nos detenemos un instante a pensar en los cambios producidos en el mundo en este año nos daremos cuenta que vivimos una época vertiginosa que está transformando nuestra forma de vida.
En la mitología griega, los hombres creados por Prometeo y Atenea fueron castigados por Zeus luego detuvieron el fuego prohibido. Los juguetes de los dioses gozaron de libertad y esto tiene un precio. Así parece que ahora se azotara un designio para hacernos ver lo vulnerables que somos ante los cambios cósmicos.
La tragedia de la pandemia de COVID-19 ha sido un detonador de transformaciones en el comportamiento social y en el orden geopolítico. En sólo unas cuantas semanas el miedo ha impulsado una concentración de poder, mientras otra ola económica agolpa la riqueza en unas cuantas manos.
La pandemia ha traído la incertidumbre y con ella enormes consecuencias económicas. Así como los pequeños hombres de barro que recibieron el soplo de Atenea, se agruparon para defenderse de las plagas enviadas desde el Olimpo, en la mayor parte del mundo se redujeron drásticamente las concentraciones de personas, se forzó un aislamiento en los hogares sin precedente en la historia. La ansiedad recorrió los rostros de millones de personas alimentada por la interconectividad digital y las comunidades resintieron un trastorno que dejó perplejos a los gobernantes.
El ánimo social cambió drásticamente ante la impaciencia derivada de la tensión del aislamiento, el conocimiento de la expansión de la pandemia y la crisis económica que se esparció poco a poco en muy diversos puntos del globo.
La forma de trabajar cambió para incorporar prácticas de labores remotas, uso de tecnología y presión continua para reducir los costos derivados del tiempo de traslados y reuniones. Muchas de las modificaciones implementadas como medidas emergentes se quedaron como parte de las nuevas rutinas. Los servicios financieros, la educación, los sistemas de capacitación asimilaron rápidamente nuevas prácticas, y, por supuesto, los sistemas de salud pública se enfrentaron al mayor desafío en generaciones que provocó cambios profundos en la forma de abordar y financiar la salud de las personas. Todo en la primavera de 2020.
Ahora, en el verano, es muy pronto para saber el impacto de estos cambios en la vida política de las naciones, pero la opinión pública, que aprendió a entender a los dioses desde la antigua Grecia, está más atenta a presionar las decisiones públicas. Ya no tenemos oráculos a quién preguntar, pero para esto tenemos a la ciencia y a los magos que crean percepciones instantáneas.
También es prematuro saber las consecuencias en la educación de los niños y jóvenes que repentinamente se adaptan a nuevas formas de aprendizaje que en muchos casos están dejando atrás a sus profesores. El contacto con el conocimiento ya no requiere de aquellos viejos sacerdotes iniciados, sino de monitores que enseñen procesos.
Así como el mundo de los hombres cambió, luego de poseer aquel fuego según el mito, ahora detrás de la tragedia está en marcha una transformación geopolítica por la emergencia de China materializada en una creciente confrontación comercial, que tiene tras de sí la lucha por la hegemonía tecnológica, militar y de control de los servicios financieros. Las consecuencias económicas de la crisis sanitaria parecen ser mucho más negativas para las naciones occidentales que para las de Asia y especialmente para China.
En aquel conjunto de hombres de barro a los mexicanos nos tocó estar junto a los estadounidenses, ser occidentales pues, y por tanto nos corresponde lidiar con el mayor desafío económico, social y político desde la revolución de 1910. En la economía la ruta supone una mayor integración comercial e industrial con nuestros vecinos del Norte, dada la necesidad.
En la vida social nos enfrentamos a la obligación de resolver el problema de la fragilidad institucional y la inseguridad pública que significa la acción y crecimiento del crimen organizado. En la política global la coordinación con el bloque occidental manteniendo un margen de autonomía y el resolver las exigencias internas para colocar a México en la senda de una nación más próspera, segura en donde impere plenamente la ley.
Ahora ya no tenemos a Prometeo y Atenea que intercedan ante Zeus, así que nos corresponde lidiar con las consecuencias de tener el fuego de la libertad, luego de la primavera de 2020.